¿Por qué fallan los emprendimientos?

Fecha: 26/09

Por Isabelle Chaquiriand

BAJADA

Emprender tiene más historias de fracaso que de éxito. Lo más difícil no es tener una idea brillante, ni siquiera tener un buen plan de cómo llevarlo adelante. Se necesita más.

En mi rol de docente y mentora de emprendedores, no hay nada más feo que ver a un emprendimiento fracasar. Tenían un gran producto, un equipo brillante, tecnología increíble, y la idea correcta en el momento adecuado. Realmente creían estar en lo cierto. Lo sentían. Pero a pesar de tener una idea prometedora, estaban condenados desde el primer día.

Necesario pero no suficiente

Una de las grandes mentiras de la humanidad es que el trabajo duro y la perseverancia conducen al éxito. No es cierto. Su sueño fracasó pero peor aún, las muchas, muchas, muchas promesas que hicieron a sus empleados, amigos y familia no van a hacerse realidad. Y, si bien no es lo más importante pero molesta lo suficiente, todos los que pensaban que la idea de negocio que tenían iba a fracasar, ahora hacen alarde de sus “yo te dije”. El trabajo y la perseverancia son necesarios pero no suficientes.

No se suponía que resultaría de esa manera. En las revistas y periódicos, en las películas e innumerables blogs, escuchamos a los emprendedores decir: “Con determinación, brillantez, una gran oportunidad, y, sobre todo, un gran producto, vas a alcanzar el éxito, la fama y la fortuna”. Pero nuevamente, no es suficiente.  

Si el éxito fuera resultado de trabajo duro y perseverancia sería algo lo suficientemente democrático e inevitable, que solo con tener los ingredientes adecuados ya bastaría. Como una relación causa-efecto, algo automático, como cuando aprieto “enter” en mi computadora y salta al otro renglón. Esto significa que los detalles mundanos, las cosas aburridas, las pequeñas decisiones individuales no importan. Poniendo los ingredientes adecuados de la receta, las cosas pasarían. Y cuando fallamos, como muchos de nosotros, tenemos una excusa preparada: “No teníamos el material adecuado”, “No estábamos en el lugar correcto en el momento correcto”, “Llegamos antes de tiempo”, “El mercado nunca entendió nuestro concepto”…

Es que la mayoría de las veces, las cosas aburridas son las que más importan. Emprender es un tipo de gestión, por menos sexy que suene. Pero la mayoría de los fracasos a la hora de emprender se dan en el proceso de convertir esa idea en una empresa.

Tres patas

Los emprendimientos tienen tres patas como una butaca. Si una falla, con gran certeza terminaremos en el suelo. Esas tres patas son: la idea de negocio, el modelo de negocio que elegimos para estructurar la idea, y la implementación. La mayoría de los emprendedores quedan demasiado anclados en la primera, creyendo que una buena idea es la bala de plata para conseguir el éxito. Pero se precisa mucho más que eso.

Se necesita un modelo de negocio que permita generar dinero, y además, generar diferenciales respecto a nuestra competencia. Pensar en cómo lo vamos a hacer es tan importante como pensar en qué es lo que haremos.

Y finalmente, precisamos mucho éxito a la hora de implementarlo y llevar adelante la idea con ese modelo de negocios que armamos. Porque si hay algo que es seguro, es que Murphy es parte de todos los equipos de emprendedores, e imponderables van a haber y muchos.

Quiero equivocarme

A la hora de implementar un negocio, los emprendedores tienen que estar no solo dispuestos, sino decididos a equivocarse: en vez de pasar años perfeccionando la tecnología de su producto encerrados en un garaje hasta lograr exactamente lo que ellos pensaban, hay que experimentar con el prototipo en el mundo real. Generar un producto inicial que aunque sea terrible, lleno de imperfecciones y problemas de estabilidad, nos permita entender mejor a nuestro cliente y a nuestro producto para poder ajustarlo. Luego de prototipar y probar, cambiamos el producto, y volvemos a experimentar, y volvemos a ajustar, y volvemos a experimentar… por los siglos de los siglos. Pruebas y tests con el menor costo posible, que a la larga nos van a ahorrar mucho dinero.

Pero no se trata de atender todos los caprichos de los clientes. Se trata de tomar a los clientes como fuentes de información de nuestro producto. Invertir horas y horas en un proceso creativo de un producto genial, con el mejor equipo, sin estar cerca del mercado, genera cientos de start-ups con productos que nadie quiere e innumerables sueños sin concretar.

La actividad fundamental de una nueva empresa es convertir ideas en productos, medir cómo responden los clientes, y luego saber si seguir o dedicarse a la siguiente idea. Todos los procesos de inicio exitosos deben orientarse a acelerar ese bucle de realimentación. Si invertimos mucho tiempo y dinero antes de hacer la primera prueba, estamos perdiendo margen de maniobra.

¿Por qué fallan los emprendimientos?

El primer problema es el encanto de un buen plan, un Excel con lindos números, una estrategia sólida y una profunda investigación de mercado. En facultad nos enseñan que estas cosas son indicadores de éxito probable. La tentación abrumadora es aplicarlos a nuevas empresas también, pero esto no funciona, porque los arranques operan con demasiada incertidumbre.

Los emprendimientos aún no saben quién es su cliente o lo que su producto será exactamente. A medida que el mundo se vuelve más incierto, se hace más difícil de predecir el futuro. La planificación y la previsión solo sirven cuando se basan en una larga historia de funcionamiento estable y un ambiente de relativa certidumbre. Los start-ups no tienen nada de eso. Y por ello es inevitable experimentar, al menor costo posible, para ajustar y volver a planear.

Puede parecer contradictorio pensar que algo tan perturbador, innovador y caótico como esto se puede gestionar. Suena a algo aburrido y sin brillo, mientras que emprender se asocia más a emoción y dinamismo. Pero lo que es realmente emocionante es ver nuevas empresas tener éxito y cambiar el mundo. La pasión, la energía, y la visión que la gente trae a estas nuevas empresas son recursos muy valiosos para perderlos. Podemos, y debemos, implementarlos para el éxito.

DESTAQUE

La mayoría de los fracasos a la hora de emprender se dan en el proceso de convertir esa idea en una empresa.

Isabelle Chaquiriand
Profesora del IEEM

Directora del Centro de Emprendimientos Deloitte del IEEM

Directora de Xcala - Plataforma para catalizar la inversión en etapas tempranas en LAC


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